sábado, septiembre 7

EL RODEO


Una fiesta, así nominan al Rodeo, el deporte más tradicional y auténticamente chileno del que se tiene memoria y que hasta el día de hoy congrega una serie de cultores y espectadores que abarrotan las medias lunas, verdaderos estadios, en dónde la pericia de los jinetes es fundamental.

Básicamente se trata de una collera, dupla de cabalgaduras, que sigue por el semi círculo a un novillo al cuál atajan en tres oportunidades en una zona delimitada para ello. La parada del animal se realiza con el caballo contra la res y sobre una pared de chilca, un vegetal resinoso utilizado a modo de almohadillas.

Dependiendo en que zona de la vaquilla se realice la atajada es la puntuación que los jueces le dan a la dupla. Si se le escapa el animal por poca pericia del “huaso” o por astucia animal, se ganan puntos en contra.


* Historia Fundacional: Es fácil hablar de este deporte, considerado como tal en 1962 por el Consejo Nacional de Deportes y Comité Olímpico de Chile. Pero es profundamente difícil desentrañar su anquilosada raíz.

Tan añoso como los orígenes de la patria, el Rodeo aparece en su forma más primitiva promovido por el gobernador García Hurtado de Mendoza (1557-1561) como forma de poder contar y marcar el ganado. La mejor forma fue la utilización de jinetes que llevaron los animales a la Plaza de Armas durante las festividades del patrono de la ciudad, Santiago.

El cabildo trasladó la actividad para el 7 de octubre de cada año, el día de San Marcos. La destreza de los antiguos arrieros junto con la enseñanza del oficio a sus caballos promovió que se fuera haciendo de la actividad una competencia entre los jinetes para llevar a los cuadrúpedos a los corrales.

Un siglo después aparecen las primeras reglamentaciones: un área rectangular de 75 metros se dispuso para tener al ganado apartado, mientras las colleras de huasos llevaban a los novillos demostrando la maestría o impericia en su accionar. Los mejores ganaban un gran renombre en el Santiago de esa época.

* Enraizado: El nuevo deporte, la competencia de destreza huasa, se expandió rápidamente por el territorio de la zona central. Sin embargo su actual estado de competición llegó en el año 1860 cuando se hizo la gran reforma geométrica que mutó al rectángulo en que se realizaban las maniobras, a la medialuna.

Revolución total. Los novillos fueron instalados en una pequeña área, el “apiñadero”, en dónde esperaban a que los corraleros los sacaran uno a uno. Luego la pareja seguía ala vaquilla hasta las zonas de atajadas que eran demarcadas con banderitas chilenas.

Fue la génesis de lo que aún continúa hoy siendo parte de las reglas fundamentales de la fiesta chilena.


* Ayeguayeguayeiiiiiii: Ese es el grito, o uno de ellos, que se escucha en la actualidad cuando los huasos, finamente ataviados, continúan la tradición sobre sus corceles. En la actualidad hay más de 700 medialunas en el país (200 oficiales y el resto privadas) que se ubican en puntos tan distintos como Salvador o Puerto Natales, en donde en clubes de huasos se sigue manteniendo muy viva la llama campesina.
Cada vez que es tiempo de competencia se sabe que será un festejo completo. Cantores, asados, multitud de personas, el mundo del campo en vivo: desde el empresario dueño de haciendas hasta el peón, departiendo las destrezas de los jinetes.

A pesar de la polémica que causa en tiempos de la defensa animal, se debe rescatar que esta práctica viene siendo un viejo linaje en que la obediencia de las cabalgaduras y el oficio del montador le han otorgado carácter propio al campo nacional.

Un oasis de identidad en un mundo global. Una fiesta que merece una mirada y un conocimiento más profundo. Un deporte que aunque no participe en los Juegos Olímpicos, genera pasiones y placeres profundos.



(Fuente:Jorge López Orozco, periodistaviajero)

 

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