jueves, septiembre 13

BIOGRAFIA: CLARA SCHUMANN




(Leipzig, 1819 - Frankfurt del Main, 1896) Pianista y compositora alemana, esposa del también compositor y pianista alemán Robert Schumann. Profesora del Conservatorio de Frankfurt desde 1872 hasta 1892 y excelente intérprete de Beethoven, Chopin, Liszt y del propio Schumann, dirigió la edición de las obras de su marido.

 Formada por su padre, el destacado profesor de piano Friedrich Wieck, en 1830 debutó como niña prodigio con la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y realizó luego giras durante dos años. En 1835 se enamoró de Robert Schumann, huésped de los Wieck desde 1830. Cuando Clara cumplió los 21 años, ambos se fugaron para casarse en contra de los deseos de su padre. 

Su estatura artística ya se había consolidado en sus giras, pero el nacimiento de ocho hijos limitó su carrera y en 1853 abandonó la composición, ámbito en el que daba muestras de ser una promesa considerable. Posteriormente, sin embargo, el deterioro mental de Schumann la condujo a reanudar sus giras a tiempo completo

En la década de 1890 se retiró de los escenarios y de la enseñanza debido a su delicada salud. Desde 1853 había mantenido una duradera y cercana relación con el compositor Johannes Brahms, al que ayudó en la difusión de su música.

(Fuente: biografiasyvidas.com )

 

BIOGRAFIA: JUAN MAURICIO RUGENDAS


Johann Moritz Rugendas, conocido en Chile como Juan Mauricio Rugendas, pintor y dibujante. Nació en Augsburgo, Alemania, el 29 de marzo de 1802 y murió en Weilheim, Alemania, el 19 de mayo de 1858. 

Debido a problemas religiosos, su familia, originaria de Cataluña, España, había emigrado a la ciudad Augsburgo en Alemania, donde sus miembros formaron parte de una tradición artística de artesanos de relojería, pintores, calígrafos y editores de libros de arte.

Desde pequeño, Rugendas demostró habilidad y talento artístico. Su padre, Juan Lorenzo II Rugendas, entonces director de la Escuela de Arte y Dibujo de Augsburgo, lo inició en las técnicas del grabado y la litografía. Estudió más tarde con Albrecht Adam, pintor de batallas y amigo de su padre. En 1817, ingresó en la Academia de Münich, donde fue alumno de Lorenzo Quaglio. La última etapa de su formación artística tuvo lugar en Roma, Italia, donde permaneció por un año y que le sirvió para tomar contacto con las vanguardias artísticas europeas. Fue amigo de los pintores Gross y Delacroix.

Entre los años 1821 y 1825 siguiendo el derrotero de muchos artistas viajeros de la época, tomó parte como dibujante de una expedición al Brasil organizada por el Barón Langsdorff, Cónsul General de Rusia en ese país. A su regreso, publicó en Francia el álbum Voyage Pittoresque dans le Brésil con 100 litografías originales. Su trabajo fue muy elogiado por la comunidad científica de París. En esa ciudad conoció al sabio Alexander von Humbolt, gran americanista con quién mantuvo una amistad de por vida y quien se refiriera al dibujante como “el padre del arte de representar la fisonomía de la naturaleza”.
Luego de una estadía de cuatro años en México, fue expulsado de ese país por motivos políticos y partió rumbo a Chile.

En Julio de 1834 llegó a Valparaíso y consiguió los permisos correspondientes de parte del Presidente de Chile, José Joaquín Prieto para visitar el territorio de la República, con el objeto de levantar planos topográficos de aquellos lugares que tuviera por convenientes. De esta época datan esporádicos viajes que efectuó a Argentina, Perú y Bolivia.

Durante su estadía en Chile, fue autor de numerosas pinturas costumbristas entre ellas, la Llegada del Presidente Prieto a la Pampilla para la Fiesta Nacional de 1837, una auténtica crónica histórica. El artista donó este cuadro para la reconstrucción del país después del terremoto de 1835. También colaboró con Claudio Gay en la ilustración de las costumbres y paisajes del país, para los atlas de la Historia Física y Política de Chile. En 1839 instaló un taller en Valparaíso.
Su valioso aporte al estudio científico de especies naturales y de las características y costumbres de los pueblos americanos, fue premiado con importantes distinciones como la orden de “Cavalheiro da Ordem Imperial do Cruzeiro” otorgada en 1845 por la Corona de Brasil.

En 1845, efectuó su último viaje a Chile para luego dirigirse a Argentina, Uruguay y Brasil donde permaneció hasta 1847, año de su regreso definitivo a Europa.
El 4 de marzo de 1854, el Rey Federico Guillermo IV le concedió la Orden del Águila Roja de Tercera Categoría.

Aunque nunca quiso desprenderse de los originales de los dibujos que ilustraron diversas publicaciones, porque pensaba editarlos en un gran álbum costumbrista, nunca contó con los medios o ayuda oficial y finalmente se vio obligado a venderlos antes de morir, al Rey Luis I de Baviera. A este hecho se debe que más de tres mil de sus obras pertenecen a colecciones alemanas.

 Rugendas trabajó acabadas técnicas de dibujo a lápiz, óleo, acuarela y grabado litográfico. Sus obras costumbristas son verdaderos testimonios gráficos del pasado de Iberoamérica y nos muestran la naturaleza exuberante, el mundo de los criollos, mulatos e indios, el paisaje urbano y la arquitectura, la indumentaria y color de nuestras gentes, las fiestas paganas y religiosas, los temas históricos y patrióticos, retratos, escenas callejeras y algunas marinas.

( Fuente: artistasplasticoschilenos.cl )

ARTE NACIONAL: EL HUASO Y LA LAVANDERA












Autor: Mauricio Rugendas
Técnica: Óleo sobre tela
Colección: Museo Nacional de Bellas Artes


"El huaso y la lavandera" es un célebre boceto de Mauricio Rugendas que comprueba la gran capacidad del artista de captar armónicamente la situación instantánea popular, producto de una exhaustiva preparación anterior por medio de bocetos de dibujo. La pequeña superficie del boceto está animada por una pincelada ágil en tonos cálidos con una composición equilibrada que se ajusta a la situación del modelo. Rugendas tampoco escapó al encanto de los pintores del momento por las situaciones populares. 

( Fuente: portaldearte.cl )










EL COPIHUE: NUESTRA FLOR NACIONAL



 La flora chilena se caracteriza por ser amplia y muy atractiva. Pero de todas los ejemplares del reino vegetal de este país, hay uno muy particular: copihue.
El copihue es una flor nativa de Chile, de color rojo, rosado o blanco. Tiene forma de campana y sus hojas se abren en el verano. Su pistilo siempre apunta hacia abajo y a veces nace de él un fruto con forma de baya que las antiguas comunidades mapuches comían. Se puede encontrar en el sur del país, en las zonas más boscosas de las regiones australes, aunque antes era muy común en la zona centro también. Su nombre proviene del vocablo mapuche “kopiwe”, que significa “estar boca abajo”. Su ambiente natural lo constituyen los lugares húmedos y rodeados de vegetación.

El copihue nace de una planta de enredadera que puede alcanzar hasta diez metros de altura, al encaramarse sobre arbustos y árboles. Las hojas de esta hiedra trepadora son de color verde oscuro y miden entre 10 y 15 centímetros. El copihue florece durante los meses de primavera y verano. Su flor puede alcanzar a medir hasta 10 centímetros, está compuesta por seis pétalos que en conjunto dan la típica forma de campana. Dependiendo del lugar, adopta colores como el rosado, blanco o rojo intenso. Esta última es la más común de todas.

En el pasado, el copihue era más abundante en los campos chilenos. Por lo mismo, era muy común verla en las fiestas campesinas de toda índole. De ahí se adoptó la cultura de cortarlas y usarlas como adorno.

También en el período independentista sirvió de inspiración para muchos soldados de los ejércitos libertadores chilenos, quienes debían esconderse en pleno bosque para organizar las batallas. En esos parajes se maravillaban con la presencia del copihue. Sin embargo, esta especie no siempre fue parte de nuestros emblemas. Recién el 24 de febrero de 1977 se oficializó al copihue como la flor nacional. Hasta antes de eso, Chile nunca había declarado tal condición a planta alguna.

El copihue también atrajo la atención de los inmigrantes europeos, y se dice que algunos lo exportaron a Europa durante el siglo XIX. En esa época se comenzó a cultivar en Inglaterra y en Francia, donde se utilizaba para adornar jardines y para comercializar su fruto. En la actualidad aún se mantienen plantaciones de copihue en dichos países.

Su lento florecimiento (desde su nacimiento, la enredadera tarda cerca de 10 años para dar un copihue) ha implicado que hoy se le considere como una especie en serio peligro de extinción. Por lo mismo que dentro de los límites chilenos está prohibida su comercialización, tenencia y/o corte.

En la época de fiestas patrias el copihue se convierte en un símbolo de la chilenidad infaltable. Recordando los tiempos independentistas, las fondas y ramadas se adornan con hermosas réplicas de plástico o dibujos de esta flor. Su presencia tiñe de un ambiente patriótico a cualquier lugar y por eso cada vez que aparece un copihue, a todos les dan ganas de bailar una buena pata de cueca. Quizás sintieron lo mismo los grandes héroes nacionales. 


( Fuente: educarchile.cl )

LOS POETAS Y EL COPIHUE



Resulta admirable hurgar en la poesía chilena y ver como son muy pocos los poetas que han dedicado alguna producción a nuestra flor nacional. Leyendo “Canciones de Arauco” de Samuel Lillo, un hombre que vivió en Lebu y Concepción, nada dice en verso sobre esta hermosa flor. Diego Duble Urrutia, el poeta angolino, que debió haber conocido mucho del paisaje de Nahuelbuta, sólo en su acertado poema “La Tierra”, le dedica un par de versos:C
olgados de los trémulos coligües / como lirios de sangre, los copigües?


Asombroso por decir lo menos, sin embargo otro poeta de la zona Ignacio Verdugo Cavada, asombró a Chile y al mundo con la versificación de “El Copihue rojo”, poema que nació allá por 1905, en una oportunidad en que el poeta debió viajar a caballo entre Mulchén y Lebu, en cuyo cometido atravesó la selvática cordillera de Nahuelbuta. Más tarde comentaría sobre este viaje:
“Cuando volvimos me di cuenta que había observado muchas cosas interesantes, pero lo que me absorbió los sentidos, los ojos, más que la montaña misma, fue la flor del copihue. En el camino, desde mi cabalgadura, miraba a uno y otro lado, el bosque, el sendero lleno de zarzas, los canelos, los laureles, los robles, pero como un ojo vivo estallaba ante mí la encendida flor de mi tierra…”

Esta fue la inspiración máxima del poeta, que ya de regreso en Mulchén, se encerró en su casa y el poema fluyó como savia creadora y se impregnó en el papel, derramándose luego en diversas publicaciones literarias que lo hicieron vastamente conocido. Más tarde diría Verdugo que parte de su inspiración fue el amor que le profesaba su “ama”, la mapuche Lorenza Borrego, quien lo crió, le enseñó a querer la naturaleza y a conocer la historia de su raza.

Habían nacido así las cuatro décimas de “El Copihue Rojo”, pero esto no termina aquí porque Verdugo recurrió a su amigo el Sargento Arturo Arancibia Uribe, músico del Regimiento Lautaro de Los Angeles, quien se encargó de llevar a la partitura su creación, lo que la encumbró definitivamente a la popularidad. Arancibia no era un principiante en estas lides. Con los años escribió muchas marchas y canciones, que le merecieron distinciones internacionales, siendo además autor de la música del Himno del Carabinero.

 Según relato del mismo Verdugo, la máxima difusión del poema se originó luego de su publicación en un diario de Valparaíso en 1911 y de habérsele agregado la música de corte lírico que la hiciera tan popular, llegando a ser la canción con que se ubicaba a Chile en el extranjero.

Digna de mencionar también es la obra del escritor Oscar Janó, nacido en la provincia de Cautín, quien por los años ’60 escribió el libro “La leyenda araucana de los Copihues rojos”, obra rica en folklore araucano, como dijo Ricardo Latcham y en la que relata como los copihues rojos nacieron por el sacrificio de los príncipes Copih, de la tribu de los Pehuenches y Hués, de la tribu de los Mapuches. El libro tuvo varias ediciones y se editó en castellano e inglés, logrando una gran difusión.

Pero fue durante el período presidencial de don Juan Luis Sanfuentes que el culto alcalde de Santiago José Victor Besa, le otorgó al poema todo su valor nacional al organizar una fiesta de gran contenido popular en la terraza del histórico cerro Santa Lucía, con asistencia de las principales autoridades. Allí en el cerro sagrado del pueblo Mapuche, se le concedió al copihue la denominación de “Flor Nacional” y al poema de Verdugo Cavada como el mas fiel exponente del significado de la flor para todo el país.  



" EL COPIHUE ROJO "

Soy una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego.
Soy la flor que me despliego
junto a las rucas indianas;
la que, al surgir las mañanas,
en mis noches soñolientas
guardo en mis hojas sangrientas
las lágrimas araucanas.
Nací una tarde serena
de un rayo de sol ardiente
que amó la sombra doliente
de la montaña chilena.
Yo ensangrenté la cadena
que el indio despedazó,
la que de llanto cubrió
la nieve cordillerana;
yo soy la sangre araucana
que de dolor floreció.


BIOGRAFIA: RAYEN QUITRAL


Breve reseña de la vida de la soprano chilena  de origen mapuche Rayén Quitral.

María Georgina Quitral (más conocida como Rayén Quitral) era una soprano chilena, de origen mapuche .Reconocida a nivel internacional por su interpretación de la "Reina de la Noche" en la ópera La flauta mágica. También fue conocida por sus presentaciones con atuendos mapuches, demostrando orgullo por sus raíces indígenas.[1]

Rayén Quitral nació en Iloca (Región del Maule) el 7 de noviembre de 1916. Estudió canto en el país, debutando en el Teatro Central de Santiago en 1937. En 1941 debuta en el Teatro Colón de Buenos Aires, en el rol de la Reina de la Noche, en la ópera La flauta mágica. Se presenta en varios países de América, para luego residir largo tiempo en México.[2]

En Chile canta Lucía de Lamermoor en 1942 y Gilda en Rigoletto, en 1943. En 1950 realiza una gira de conciertos por Italia y Francia, para debutar con gran éxito en Londres, nuevamente con La flauta mágica, en 1951.[2]

En 1967 se retiró de la escena musical, dedicando sus últimos años a la docencia del canto lírico. Rayén Quitral falleció el 20 de octubre de 1979 en Santiago de Chile.


( Fuente: folkloreyculturachilena.blogspot.com )