miércoles, octubre 16

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA



Suena el despertador, salgo de la cama corro las cortinas y abro las ventanas el día esta gris una neblina helada y espesa cubre todo, hace frío. Rápidamente cierro las ventanas y contemplo la cama que se ve tan suave y deliciosa, la idea de arroparme y no subirme al tren de la vida es seductora ¿Qué puede ocurrir? estoy a punto de acostarme  nuevamente cuando escucho a Serrat cantando; ¡alguien se me ha adelantado!.

La casa despierta, Serrat canta: “Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti”, después de tantas dudas su propuesta suena interesante, así que ¡buenos días a todos!.

Carreras van, carreras vienen, todos a desayunar, nos reímos comentamos que haremos entre jugo, café con leche y tostadas; nuevamente carreras por aquí y por allá yo canto: “Dale el día libre a la experiencia para comenzar, y recíbelo como si fuera fiesta de guardar. No consientas que se esfume, asómate y consume la vida a granel. Hoy puede ser un gran día, duro con él”. Mi Fanny querida (es mi perrita regalona, una poodle miniatura) se para en sus patitas traseras bailando a mi alrededor; mi marido e hijo sonrientes contemplan la escena, les comento que Fanny opina que canto muy bien, mi hijo me abraza y dice: “mamita disculpa, pero ella te ha engañado”, un breve silencio y estallan las carcajadas continuo cantando la fiesta es total caminamos hacia la puerta bailando. Besitos y abrazos de despedida, angelitos revoloteando por todos lados y lo más importante decirles que los amo, que se cuiden porque tenemos una cita al final del día.

Los hombres de mi vida se han ido a cumplir sus obligaciones, yo continuo cantando: “Hoy puede ser un gran día donde todo está por descubrir, si lo empleas como el último que te toca vivir. Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol y no dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos”., salgo al patio a mirar el jardín todas las plantas duermen, descansan, se preparan para la llegada de la primavera, luego paso al patio trasero a mirar los arboles, Sacha (mi otra perrita, una ovejera enorme tierna y cariñosa)  corre a mi alrededor y hace diferentes gracias para que le haga cariño.

Me siento, ella se sienta en frente mío, acaricio su cara y sus ojitos preguntándole ¿cómo esta mi bebe incomprendida? Emite unos sonidos extraños que para mí son muy familiares, sus ojitos brillan y su cola no deja de moverse, está bien, está feliz.

Entro a la casa y continúo cantando, cantando y cantando. Entre tanto canturreo no me di cuenta como rápidamente asee, ordene e hice el almuerzo, son las once de la mañana ¿y ahora qué?, continuo canturreando: “Hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti. No lo mires desde la ventana y siéntate al festín”. ¿Así que todo ha sido puesto para mí?, bueno,  entonces tendré que salir a mirar la vida para ver cuáles son esas cosas que han sido puestas para mi.

Me dirijo al centro de Quilpué cuyo eslogan es “La ciudad del sol”, apropósito de eso la neblina hace horas que se disipo y ha dado paso a un día radiante, estamos a  mediados del invierno pero este es un día primaveral. El sol nos baña con tibios rayos, todo se ve más hermoso, todo parece brillar, creo que Serrat conocía algo que yo no.

Así que dirijo mis pasos hacia la estación del metro tren. A mi alrededor la gente no camina ¡trota!, parece que todos están atrasados, ya en la estación veo a una niñita que juega a correr de un lado a otro, de pronto en una de esas carreras choca conmigo levanta la cabeza y me mira fijamente como queriendo decir “fíjate por dónde vas”, le sonrió y ella a cambio me saca la lengua, unos metros más allá su mamá está pendiente de lo que ocurre la miro y le regalo una enorme sonrisa y me devuelve un gesto poco amable. La idea de guardar mi sonrisa rápidamente aparece en mi mente, creo que pasaron de moda y no me di cuenta, pero entonces la magia del vivir me invade y una suave vocecita susurra que no la toque, que la deje ahí, es mi cooperación a tan bello día del que estoy disfrutando. Llega el metro tren, lo abordo y tomo asiento cerca de la puerta.

El metro tren se desliza rápida y silenciosamente, no sé de donde mis oídos perciben un extraño murmullo, miro hacia todos lados y descubro que es, todos llevan puestos audífonos y escuchan la música de su preferencia con un volumen que mis oídos alcanzan a percibir, no puedo entender las letras de las canciones, sus auditores con la cabeza baja miran el suelo y sin darme cuenta me encuentro reflexionando en que nos estamos convirtiendo en una sociedad autista, encerrados en nuestros propios mundos sin importar lo que ocurra a nuestro alrededor. Me niego a ser parte de esto, por suerte ya estoy en Quilpué y desciendo del metro tren. Pongo mis sentidos en alerta y me preparo para ver ¿qué es lo que han puesto para mí? Y así empieza mi recorrido.

La gente aquí corre aun más a prisa, todo era para ayer, las vitrinas lucen tentadoramente sus productos, los maniquíes son calvos. Los semáforos avisan atraves de una melodía cuando es tiempo de cruzar y cuando no, tienen una melodía diferente para cada ocasión; una señora se queja por esto, dice que se pierde tiempo entiendo que eso no fue puesto para mí sino para las personas no videntes y me alegro por ellos.

Soy parte de la historia de esta ciudad y ha cambiado mucho, lo único que continua igual son sus estrechas calles. He encontrado tantas cosas que han sido puestas solo para mí. He recorrido tanto, disfrutado tanto, me he maravillado, emocionado y sonreído, que hermoso es vivir, ahora necesito descansar un momento; ¡ah!, lo tengo, terminare mi recorrido en la plaza, donde cuando era niña cada domingo veía tocar a la banda municipal y si conocía la canción que interpretaban cantaba a voz en cuello.

La plaza ya no es la de mi infancia, aun están allí sus añosos arboles pero la pileta ya no tiene agua ni peces de colores, demasiado cemento hasta sus asientos son de cemento, bueno dicen que es el progreso. De pronto veo en uno de esos asientos a una mujer que llora desconsoladamente, la gente la ve y le hace el quite, nadie se sienta en el asiento que ella ocupa, es como si ella no existiera, trato de actuar igual que todos pero no puedo, mi voz interior no me lo permite, me dirijo al quiosco y compro dos bebidas gaseosas bien heladitas, el sol ahora nos baña con rayos que nos hacen transpirar o como se dice popularmente “sudar la gota gorda”. Tomo asiento en la banca donde la mujer continua llorando, la gente me mira como diciendo no, ponte de pie, aléjate de ahí.

Miro a la mujer y lo único que se me ocurre es carraspear un poquito y decir: que calor mas grande, ella mira el suelo las lagrimas se deslizan a montones por sus mejillas, levanta la vista mira hacia todos lados y yo repito: que calor mas grande, asiente con la cabeza, comento: que lindo día tenemos hoy, si dice ella y algo más que no recuerdo pero su voz es dulce, suave, clara; le ofrezco una bebida, la acepta y asi sin darnos cuenta entablamos una conversación en la que poco a poco ella va sacando los tristes lamentos de su alma. Me cuenta el motivo de su tristeza, algunos de sus sueños y esperanzas, sobre su marido, sus hijos, su hogar.

Toda mi atención está a su servicio, la escucho en silencio las palabras se atropellan por salir de su boca, y mientras la escucho mi vocecita interior canta: “Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad. Hoy puede ser un gran día date una oportunidad.  Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también”, las lagrimas comienzan a desaparecer lentamente , ella busca en su bolso y saca un pañuelo de género (no los veía desde el tiempo de mi abuelita) con un bello estampado de flores, lo extiende y lo pasa sobre su rostro y aunque ustedes queridos lectores no me crean ese era un pañuelo mágico, al ir bajándolo con un delicado movimiento va apareciendo su bello rostro adornado con una hermosa sonrisa, sus ojos son claros e irradian un brillo mágico, mira la hora y me dice: tengo que regresar a casa a almorzar con mi familia, me mira a los ojos y mi corazón se llena de un calor especial.
Nos ponemos de pie y me abraza las palabras son innecesarias, me pregunta hacia donde me dirijo, respondo que cruzare la calle para tomar el metro tren, me toma del brazo y me acompaña a la estación, luego se devuelve hacia la plaza, me doy vuelta y ahí está despidiéndose de mí con su mágico pañuelo al viento. Abordo el metro tren de regreso a casa que bueno que preste atención a las palabras de Serrat me siento plena, feliz cuantas cosas he encontrado, humildemente agradezco a quien puso tantas cosas bellas para mi, y aun tengo medio día más para continuar con mis descubrimientos.

Una duda quiere anidar en mi mente: y mañana ¿qué ocurrirá? Mi vocecita interior rápidamente contesta: “Mañana será un día normal, pero yo voy a hacerlo intenso”.


(Pochocha) 

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