miércoles, junio 20

MANOS



En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nurenberg, vivía una familia con varios hijos.
Para poner pan en la mesa para todos, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón y en cualquier cosa que se presentara.

 Dos de sus hijos tenían un sueño; querían dedicarse a la pintura.

Lanzarían al aire una moneda y el perdedor trabaría en las minas para pagar los estudios al que ganara.
Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces al que quedara en casa con las ventas de sus obras.Pero sabían que su padre jamas podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la academia.

Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo. Así los dos hermanos podrían ser artistas.
Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la iglesia.
Uno de ellos llamado Albert Durero gano y se fue a estudiar a Nurenberg. Entonces el otro hermano, Albert, comienzo el peligroso trabajo en las minas, donde permanecio los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una revelación en la Academia.

Los grabados de Abert, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores y para el momento de su graduación ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.

Cuando el joven artista regreso a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor.
Al finalizar la memorable velada Albert se puso de pie en su lugar de honor en la mesa y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus sueños una realidad. Y dijo " ahora, hermano mio, es tu turno.Ahora puedes ir a Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos.

Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez. y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costo trabajo levantar la copa durante tu brindis.
No podría trabajar con delicadas lineas el compas o el pergamino. 
No hermano, para mi ya es tarde. Pero soy feliz  de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas hayan cumplido tu sueño ".

Todos los ojos se volvieron  llenos de espectativas hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano.

 Pero este con el rostro empapado en lágrimas, se puso de pie y dijo suavemente: " no hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mi. Estos cuatro años de trabajo  en las minas  han destruido mis manos ".

Mas de 450 años han pasado desde ese día.

Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallados y demás obras de Albert Durero pueden ser vistas en museos alrededor de todo el mundo.

Pero seguramente usted, al igual que yo, solo recuerde uno. 

Un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano Albert, dibujo las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo.

Llamo a esta poderosa obra simplemente “Manos”, pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambio el nombre a la obra por el de “Manos que oran”.

La próxima vez que vea una copia de esa creación, mírela bien. Permita que sirva de recordatorio, si es que lo necesita, de que nadie, nunca, triunfa solo.

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