Suena el despertador, salgo de la cama corro las cortinas y
abro las ventanas el día esta gris una neblina helada y espesa cubre todo, hace
frío. Rápidamente cierro las ventanas y contemplo la cama que se ve tan suave y
deliciosa, la idea de arroparme y no subirme al tren de la vida es seductora
¿Qué puede ocurrir? estoy a punto de acostarme
nuevamente cuando escucho a Serrat cantando; ¡alguien se me ha adelantado!.
La casa despierta, Serrat canta: “Hoy puede
ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende en
parte de ti”, después de tantas dudas su propuesta suena interesante,
así que ¡buenos días a todos!.
Carreras van, carreras vienen, todos a desayunar, nos reímos
comentamos que haremos entre jugo, café con leche y tostadas; nuevamente
carreras por aquí y por allá yo canto: “Dale el día
libre a la experiencia para comenzar, y recíbelo como si fuera fiesta de
guardar. No consientas que se esfume, asómate y consume la vida a granel. Hoy
puede ser un gran día, duro con él”. Mi Fanny querida (es mi perrita
regalona, una poodle miniatura) se para en sus patitas traseras bailando a mi
alrededor; mi marido e hijo sonrientes contemplan la escena, les comento que
Fanny opina que canto muy bien, mi hijo me abraza y dice: “mamita disculpa,
pero ella te ha engañado”, un breve silencio y estallan las carcajadas continuo
cantando la fiesta es total caminamos hacia la puerta bailando. Besitos y
abrazos de despedida, angelitos revoloteando por todos lados y lo más
importante decirles que los amo, que se cuiden porque tenemos una cita al final
del día.
Los hombres de mi vida se han ido a cumplir sus
obligaciones, yo continuo cantando: “Hoy puede ser un
gran día donde todo está por descubrir, si lo empleas como el último que te
toca vivir. Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol y no dosifiques
los placeres; si puedes, derróchalos”., salgo al patio a mirar el jardín
todas las plantas duermen, descansan, se preparan para la llegada de la
primavera, luego paso al patio trasero a mirar los arboles, Sacha (mi otra
perrita, una ovejera enorme tierna y cariñosa)
corre a mi alrededor y hace diferentes gracias para que le haga cariño.
Me siento, ella se sienta en frente mío, acaricio su cara y
sus ojitos preguntándole ¿cómo esta mi bebe incomprendida? Emite unos sonidos
extraños que para mí son muy familiares, sus ojitos brillan y su cola no deja
de moverse, está bien, está feliz.
Entro a la casa y continúo cantando, cantando y cantando.
Entre tanto canturreo no me di cuenta como rápidamente asee, ordene e hice el
almuerzo, son las once de la mañana ¿y ahora qué?, continuo canturreando: “Hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único,
no lo dejes escapar. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti. No lo
mires desde la ventana y siéntate al festín”. ¿Así que todo ha sido puesto para
mí?, bueno, entonces tendré que salir a mirar
la vida para ver cuáles son esas cosas que han sido puestas para mi.
Me dirijo al centro de Quilpué cuyo
eslogan es “La ciudad del sol”, apropósito de eso la neblina hace horas que se
disipo y ha dado paso a un día radiante, estamos a mediados del invierno pero este es un día
primaveral. El sol nos baña con tibios rayos, todo se ve más hermoso, todo
parece brillar, creo que Serrat conocía algo que yo no.
Así que dirijo mis pasos hacia la
estación del metro tren. A mi alrededor la gente no camina ¡trota!, parece que todos
están atrasados, ya en la estación veo a una niñita que juega a correr de un
lado a otro, de pronto en una de esas carreras choca conmigo levanta la cabeza
y me mira fijamente como queriendo decir “fíjate por dónde vas”, le sonrió y
ella a cambio me saca la lengua, unos metros más allá su mamá está pendiente de
lo que ocurre la miro y le regalo una enorme sonrisa y me devuelve un gesto
poco amable. La idea de guardar mi sonrisa rápidamente aparece en mi mente,
creo que pasaron de moda y no me di cuenta, pero entonces la magia del vivir me
invade y una suave vocecita susurra que no la toque, que la deje ahí, es mi
cooperación a tan bello día del que estoy disfrutando. Llega el metro tren, lo
abordo y tomo asiento cerca de la puerta.
El metro tren se desliza rápida y
silenciosamente, no sé de donde mis oídos perciben un extraño murmullo, miro
hacia todos lados y descubro que es, todos llevan puestos audífonos y escuchan
la música de su preferencia con un volumen que mis oídos alcanzan a percibir,
no puedo entender las letras de las canciones, sus auditores con la cabeza baja
miran el suelo y sin darme cuenta me encuentro reflexionando en que nos estamos
convirtiendo en una sociedad autista, encerrados en nuestros propios mundos sin
importar lo que ocurra a nuestro alrededor. Me niego a ser parte de esto, por
suerte ya estoy en Quilpué y desciendo del metro tren. Pongo mis sentidos en
alerta y me preparo para ver ¿qué es lo que han puesto para mí? Y así empieza
mi recorrido.
La gente aquí corre aun más a prisa, todo
era para ayer, las vitrinas lucen tentadoramente sus productos, los maniquíes son
calvos. Los semáforos avisan atraves de una melodía cuando es tiempo de cruzar
y cuando no, tienen una melodía diferente para cada ocasión; una señora se
queja por esto, dice que se pierde tiempo entiendo que eso no fue puesto para
mí sino para las personas no videntes y me alegro por ellos.
Soy parte de la historia de esta ciudad y
ha cambiado mucho, lo único que continua igual son sus estrechas calles. He
encontrado tantas cosas que han sido puestas solo para mí. He recorrido tanto,
disfrutado tanto, me he maravillado, emocionado y sonreído, que hermoso es
vivir, ahora necesito descansar un momento; ¡ah!, lo tengo, terminare mi
recorrido en la plaza, donde cuando era niña cada domingo veía tocar a la banda
municipal y si conocía la canción que interpretaban cantaba a voz en cuello.
La plaza ya no es la de mi infancia, aun
están allí sus añosos arboles pero la pileta ya no tiene agua ni peces de
colores, demasiado cemento hasta sus asientos son de cemento, bueno dicen que
es el progreso. De pronto veo en uno de esos asientos a una mujer que llora
desconsoladamente, la gente la ve y le hace el quite, nadie se sienta en el asiento
que ella ocupa, es como si ella no existiera, trato de actuar igual que todos
pero no puedo, mi voz interior no me lo permite, me dirijo al quiosco y compro
dos bebidas gaseosas bien heladitas, el sol ahora nos baña con rayos que nos
hacen transpirar o como se dice popularmente “sudar la gota gorda”. Tomo
asiento en la banca donde la mujer continua llorando, la gente me mira como
diciendo no, ponte de pie, aléjate de ahí.
Miro a la mujer y lo único que se me
ocurre es carraspear un poquito y decir: que calor mas grande, ella mira el
suelo las lagrimas se deslizan a montones por sus mejillas, levanta la vista
mira hacia todos lados y yo repito: que calor mas grande, asiente con la
cabeza, comento: que lindo día tenemos hoy, si dice ella y algo más que no
recuerdo pero su voz es dulce, suave, clara; le ofrezco una bebida, la acepta y
asi sin darnos cuenta entablamos una conversación en la que poco a poco ella va
sacando los tristes lamentos de su alma. Me cuenta el motivo de su tristeza,
algunos de sus sueños y esperanzas, sobre su marido, sus hijos, su hogar.
Toda mi atención está a su servicio, la
escucho en silencio las palabras se atropellan por salir de su boca, y mientras
la escucho mi vocecita interior canta: “Si la rutina te aplasta, dile que ya
basta de mediocridad. Hoy puede ser un gran día date una oportunidad. Pelea por lo que quieres y no desesperes si
algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también”, las lagrimas
comienzan a desaparecer lentamente , ella busca en su bolso y saca un pañuelo
de género (no los veía desde el tiempo de mi abuelita) con un bello estampado
de flores, lo extiende y lo pasa sobre su rostro y aunque ustedes queridos
lectores no me crean ese era un pañuelo mágico, al ir bajándolo con un delicado
movimiento va apareciendo su bello rostro adornado con una hermosa sonrisa, sus
ojos son claros e irradian un brillo mágico, mira la hora y me dice: tengo que
regresar a casa a almorzar con mi familia, me mira a los ojos y mi corazón se
llena de un calor especial.
Nos ponemos de pie y me abraza las
palabras son innecesarias, me pregunta hacia donde me dirijo, respondo que
cruzare la calle para tomar el metro tren, me toma del brazo y me acompaña a la
estación, luego se devuelve hacia la plaza, me doy vuelta y ahí está
despidiéndose de mí con su mágico pañuelo al viento. Abordo el metro tren de
regreso a casa que bueno que preste atención a las palabras de Serrat me siento
plena, feliz cuantas cosas he encontrado, humildemente agradezco a quien puso
tantas cosas bellas para mi, y aun tengo medio día más para continuar con mis
descubrimientos.
Una duda quiere anidar en mi mente: y
mañana ¿qué ocurrirá? Mi vocecita interior rápidamente contesta: “Mañana será
un día normal, pero yo voy a hacerlo intenso”.
(Pochocha)
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