viernes, noviembre 9

DIA INTERNACIONAL DEL INVENTOR




La vida sería mucho más difícil si los grandes genios de la inventiva no se hubieran sacado de sus chisteras creativas tantos y tantos inventos útiles. A todos ellos, y a los que estén por llegar, les
recordamos con motivo del Día del Inventor Internacional.

El Día del Inventor Internacional se celebra cada 9
de noviembre en honor de la actriz, ingeniera e inventora austriaca Hedy Lamarr. Nacida en la citada fecha, a ella se le atribuye la creación del espectro ensanchado, una técnica de modulación empleada en telecomunicaciones.

De origen judío, Hedy Lamarr no solo fue una
inventora afamada, sino que para muchos ha pasado a la historia también como la mujer más bella del cine. Guapa e inteligente, lo que le llevó a
afirmar lo siguiente: “Tengo que dejar de casarme con hombres que se sientan inferiores a mí. En algún lugar debe haber un hombre que pueda
casarse conmigo sin sentirse inferior. Necesito un hombre inferior superior”.

Entre otros objetivos, el Día del Inventor Internacional trata de promocionar la inventiva, aunque no en todos los países se celebra el mismo día ni homenajea a la misma persona. Por ejemplo en Argentina tiene lugar el 29 de septiembre en recuerdo del inventor del bolígrafo, Ladislao José Biro; y en EEUU el Día de los Inventores Nacionales es 11 de febrero, aniversario del nacimiento de Thomas Alva Edison.
 


( Fuente: donalia.com )

LEYENDA DE LA MATRIOSKA


El viejo Seguei había nacido al sur de la ribera oriental del Volga, cerca de la región del Caúcaso. Había dedicado su vida a transformar la madera. Fabricaba desde muebles a hermosos juguetes, caballos de cartón y móviles, pasando por silbatos tallados y hasta instrumentos musicales. Cada semana, salía a recoger la madera necesaria para sus jornadas de trabajo. La seleccionaba de forma precisa, y de una sola ojeada sabía para qué podría ser utilizada. 
Aquella noche había caído una abundante nevada. Sin embargo, cuando los primeros rayos de sol comenzaron a despertar, y pese al frío que helaba hasta el aliento, Seguei salió de la cabaña y recorrió lentamente el camino hacia el bosque. Pero no encontró más que pequeños maderos y troncones que, como mucho, le servirían para azuzar la estufa de la casa. Aquel no parecía que fuera a ser un día productivo porque los empleados de los grandes aserraderos no habían dejado ningún tronco olvidado o podrido. 
De pronto, en un claro del bosque, el viejo Serguei se fijó en un montón de nieve que sobresalía en el llano. Se acercó pensando que se trataría de un animal agazapado y al agacharse vio el más hermoso de los troncos que nunca antes había recogido. La madera, blanquecina, parecía brillar bajo los primeros rayos, y del grueso del tronco surgía un halo de vida, casi tan intenso como el de los oseznos al nacer. 
Serguei cogió con todas sus fuerzas el tronco en sus manos y lo llevó a casa. Pero, así, con aquella fuerza que desprendía, el viejo Serguei no sabía qué fabricar con él. Debía ser, sin duda, algo muy especial. 
Durante los siguientes dos días, con sus respectivas noches, Serguei no podía comer, ni dormir, ni trabajar. Tal era su obsesión por aquel tronco.
Finalmente, una mañana, cuando había caído rendido por el cansancio, despertó y decidió, sin más, que fabricaría una muñeca. Aquel mismo día puso el tronco sobre la mesa de trabajo y empezó a tallarla suave y delicadamente. El trabajo, arduo, duró más de una semana, y cuando la terminó se sintió tan orgulloso de su obra que decidió no ponerla en venta y la guardó consigo, para que lo acompañara en su soledad. Le puso por nombre Matrioska. 
 Cada mañana se levantaba y la saludaba cortésmente antes de iniciar sus tareas:
-Buenos días, Matrioska.
Un día tras otro repetía la misma cantinela, hasta que, de pronto, una mañana, un tenue susurro le respondió:
-Buenos días, Serguei.
El viejo Serguei se quedó tremendamente impresionado y repitió:
-Buenos días, Matrioska...
-Buenos días, Serguei -le contestó la muñeca, en un hilo de voz. 
 Maravillado, se acercó a la muñeca para comprobar que era ella quien hablaba y no sus viejos oídos los que le jugaban una mala pasada y, desde aquel día, vio acompañada su soledad por la pequeña Matrioska, que era un pozo de palabras y risas, y lo distraía y alegraba en su trabajo diario. Eso sí, Matrioska sólo hablaba cuando los dos, carpintero y muñeca, estaban solos.
Una mañana Matrioska despertó muy triste. Serguei, que no tenía un pelo de tonto, había venido observando la tristeza en los ojos de la muñeca desde hacía varias semanas. Tras mucho rogarle, Matrioska, un poco avergonzada, le explicó que ella veía cada día por la ventana a los pájaros con sus crías, a los osos con sus oseznos, y hasta a las orugas que parecían verse perseguidas por millones de oruguitas que se enganchaban unas a otras formando una gran cordada...
-Incluso tú -apuntó Matrioska- tú me tienes a mí, pero yo también querría tener una hija.
-Pero entonces -respondió Serguei- tendría que abrirte y sacar la madera de dentro de ti, y sería doloroso y nada fácil. 
 -Ya sabes que en la vida las cosas importantes siempre suponen pequeños sacrificios -respondió la dulce Matrioska.
Y así fue como el viejo Seguei abrió a Matrioska y extrajo cuidadosamente la madera de su interior para hacer una muñeca, casi gemela, pero un poco más pequeña, a la que llamó Trioska. Desde aquel día, cada mañana, al levantarse, saludaba:
-Buenos días, Matrioska; buenos días, Trioska.
-Buenos días, Serguei -respondían ellas al unísono.
Ocurrió que también Trioska sintió la necesidad de ser madre. De modo que el viejo Serguei extrajo la madera de su interior y fabricó una muñeca aún más pequeña, a la que puso por nombre Oska. Al cabo de un tiempo también Oska quería tener su propia hija, pero al abrirla Serguei se dio cuenta de que sólo quedaba un mínimo pedazo de madera, tan blanca como el primer día, pero del tamaño de un garbanzo. Sólo una muñeca más podría fabricarse. Entonces el viejo Serguei tuvo una gran idea. Fabricó un pequeño muñeco, y antes de terminarlo, le dibujó unos enormes bigotes y lo puso ante el espejo
diciéndole:
-Mira Ka,... tú tienes bigotes. Eres un hombre, o sea, recuerda que no puedes tener un hijo o una hija de dentro de ti.
Después abrió a Oska. Puso a Ka dentro de Oska. Cerró a Oska, abrió a Trioska. Puso a Oska dentro de Trioska. Cerró a Trioska, abrió a Matrioska. Puso a Trioska dentro de Matrioska y cerró a Matrioska.
Y esta es la historia de Seguei y su muñeca Matrioska.
Un día Matrioska desapareció y nunca la han vuelto a encontrar. Estará en alguna tienda de antigüedades o en la estantería de alguna vieja librería. Si la encuentran no duden nunca en darle el mayor cariño, porque ella no dudó en hacer el mayor de los sacrificios por alcanzar algo tan importante como la maternidad.



 (Anónimo ruso).