Los Juegos
Olímpicos nacieron en Olimpia con un carácter sagrado;
se trataba de festivales dedicados al dios Zeus
dentro de un recinto religioso. En ellos surge una incipiente conciencia
nacional de tipo panhelénico que se conserva a través
de los siglos. En
estos festivales se unían a la religión las pruebas
deportivas, la música y certámenes literarios
para honrar a los dioses de la antigüedad.
Los
primeros Juegos Olímpicos de que se tiene constancia tuvieron
lugar en el 776 a.C. y desde entonces se fueron sucediendo cada
cuatro años hasta el 393 d. C., fecha en la que el
emperador romano Teodosio decidió suprimirlos por su carácter
pagano. La suma total es de 293 Olimpíadas, es decir,
numerosas ocasiones en las que los griegos acordaron renunciar a la
guerra para encontrarse con el objetivo de rendir culto a los dioses del olimpo midiendo sus fuerzas de manera pacífica y reglamentada.
En Grecia no eran los únicos certámenes, pero tan importantes
fueron éstos que se convirtieron en el punto de partida del calendario
heleno.
Siempre se celebraban durante la segunda o tercera luna llena después del solsticio de verano. Meses antes de su comienzo los heraldos recorrían las ciudades anunciando la fecha de su comienzo, seleccionando cada ciudad sus representantes. Un mes antes comenzaba la tregua sagrada durante la cual se paralizaban todos los conflictos bélicos; teniendo en cuenta que si se violaba esta paz, no se podía volver a participar.
Los
participantes eran exclusivamente hombres libres que no hubieran
cometido ningún crimen. Las mujeres no podían participar
como deportistas e incluso las mujeres casadas ni como espectadoras
porque los atletas competían desnudos.
Durante
11 siglos, Olimpia se convirtió en el eje del deporte
mundial y punto de referencia para los juegos de la posteridad.
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